Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

¿Experiencia docente significativa?
Nuevos Cuadernos del Colegio Número 1


Fecha: 2013-08-07
Área: Histórico Social
Materia: Filosofía I y II
Temática: Práctica docente cotidiana
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Autor(es)
María del Carmen Calderón Nava

Palabras clave: experiencia docente, cotidiano, rutinario, trascendente.

Cuando se me pidió referirme a una “experiencia que me hubiera marcado en la docencia”, recapacité y concluí que no hay “una “experiencia” que me hubiera marcado, de hecho para mi esa no es la pregunta. Al revés, lo que te marca en la docencia es la experiencia que no existe una sola vez, que no es única, irrepetible, como el día de la boda, nacimiento de un hijo etc. a pesar de que existan “eventos” altamente significativos en nuestra vida docente.

Creo que aquí, lo importante y que da sentido a lo que haces, porque realmente lo crees, es precisamente lo contrario. El ser parte de aquello que puede destruir o construir, aburrir, crear apatía o ser fuente de gozo e inspiración, donde se da todo, lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, aquello que aunque quieras no puedes evadir: lo cotidiano, lo rutinario, lo repetitivo. En lo cotidiano se forjan las revoluciones, las pasiones, aunque también los desamores, la indiferencia, nada ni nadie puede sustraerse de la misma. Estar en lo cotidiano es ser parte de lo que se repite, lo de todos los días, y esto, paradójicamente es lo que da sentido a mi trabajo, hace que siga creyendo en aquello de ser docente.

¿Por qué? Primero porque lo cotidiano te permite el estar ahí, el ser parte de, el “estar”. El espacio educativo se construye sólo con el día a día y ¿quién dirige? El docente, de él depende si ese espacio es violento o represivo, amigable o constructivo, comunitario o jerárquico, autoritario o democrático, hay un sinfín de alternativas, pero nunca se deja de construir, no es labor de un día, la experiencia docente es como la vida, un proceso que se nos puede ir de las manos sin darnos cuenta, y, eso pasa cuando la inmediatez nos nubla, cuando no la valoramos, cuando sólo creemos que es lo rutinario.

Segundo, ese estar ahí te lleva a ser acompañante, apoyo, colaborador adjunto, pero no la estrellita del cuento, el que da la mano como testigo, pero no se adjudica los logros. Ese silencio al ver al otro realizar y apropiarse como suyo algo aprendido, eso es lo vital. Es el silencio de estar sin hacer ruido. En el momento en que el otro hace suyo algo aprendido, el otro lo vive como suyo y a eso aspiramos, eso se da en lo cotidiano, sin grandes escenarios, pero con una palabra, gesto, sonrisa, iluminación en esa cotidianidad que te marca sin gratitudes manifiestas.

Tercero, lo cotidiano te enseña a mirarte. Se dice que un docente siempre es ególatra en tanto que es aquel, aun cuando lo denominen guía o coordinador, etc., que tiene la batuta, de acuerdo, pero son los estudiantes con esos comentarios espontáneos del día a día, del apodo, del mote, del evento circunstancial, quienes te ubican, te dicen dónde estás. Podrás llegar con mil especulaciones en la cabeza y, ellos, con dos palabras te hacen ver el verdadero sentido, te hacen ver que funciona y que no en ese ciclón del día a día, y, son ellos los que hacen que sigas estudiando, buscando, construyendo sin que te pierdas en abstracciones, pues su día a día te obliga a descubrir otra realidad.

Cuarto, lo cotidiano forja actitudes. Se empieza con una mera idea que repite y repite el maestro, luego la idea se puede convertir en acción, y la acción, si tiene atrás esa idea, en conducta que se vuelve rutinaria y las conductas rutinarias se vuelven actitudes, pero sólo en un proceso del día con día escolar; las actitudes son recurrentes, por eso, en vez de preguntar por la experiencia cotidiana, ¿no deberíamos preguntar por aquello que convertimos en recurrente en el salón de clase?

Quinto, se dice mucho la docencia es completamente formativa, pero como serlo si no es a través del día a día. Sólo a través de lo que uno hace cada semana, se empieza dar cuenta cuando los estudiantes empezaron a pasar de esos conceptos a esas categorías, cuando comenzaron a pensar sobre lo pensado, cuando se dieron cuenta que el problematizar era vital. Es ahí cuando el docente se da cuenta que aquello que transmitió se empezó a convertir en conocimiento y, ¿no es eso convertir la satisfacción subjetiva de la enseñanza en conocimiento?

Sexto, en lo cotidiano está lo trascendente, lo que tiene sentido, lo que va más allá de lo vivido día con día, es decir, la experiencia docente sólo puede partir de lo cotidiano y ahí, día tras día, ser consciente de que, para trascender es necesario estar en ese primer nivel, en lo básico, en lo inmediato, en lo empírico; para de ahí, sobrepasarlo. Así como lo abstracto es producto de lo concreto, así lo trascendente es producto de lo empírico, de lo que uno tiene que repetir, volver a hacer, reproducir, rectificar, rehacer y luego, algo sucede y se da el hecho de que “el otro” lo hace por sí mismo y lo considera suyo. Es aprender a reconocer al prójimo sin imposiciones. Trascender significa ayudar a formar, ¿existe alguna experiencia más trascendental?Ì