I. Introducción
La pandemia nos ha cambiado la vida y nos ha colocado en una situación en la que todos y cada uno de nosotros hemos puesto en juego una serie de estrategias para sobrevivir. Hemos tenido que aprender y reaprender muchas cosas que afectan nuestra vida cotidiana y que van desde las tareas domésticas y las relaciones familiares, hasta las de carácter económico y por supuesto nuestras actividades como docentes. Es un hecho: las nuevas condiciones de vida a las que estamos sometidos nos han obligado a reflexionar sobre el significado de nuestra vida, y de manera muy especial, sobre nuestra labor docente.
Quienes me han antecedido en esta mesa y en las que se realizaron en los días anteriores, han aportado un cúmulo de conocimientos que nos permiten comprender la complejidad de la crisis en la que nos encontramos, en especial sobre las condiciones en las que docentes y estudiantes han tenido que continuar con su cometido y, por supuesto, sobre los problemas que han enfrentado. Ha sido un esfuerzo que han desarrollado con gran entereza y compromiso. Por ello, en esta ponencia solo voy a tratar de comentar algunos de los aprendizajes que ha dejado la crisis en nuestra práctica docente, en especial, me interesa proponer que hagamos un alto en el camino para reflexionar, a la luz de la experiencia vivida, sobre las fortalezas y debilidades de nuestro modelo educativo. Por ello, les propongo que hagamos un recuento de aquellas fortalezas que nos han permitido, a pesar de la adversidad, continuar con la tarea educativa. Claro está, que también se requiere una visión crítica y autocrítica, un análisis profundo de nuestras debilidades y de la necesidad de repensar y enriquecer nuestra propuesta educativa.
Por desgracia, la pandemia no ha terminado de hacer estragos, así que todavía tenemos un largo camino por delante; por ello estamos obligados a realizar un gran esfuerzo colegiado, una labor fortalecida por la crítica y la autocrítica, una discusión para retomar lo valioso de nuestra experiencia docente y de la propuesta de enseñanza-aprendizaje que hemos construido a lo largo de cincuenta años, pero por supuesto, sin perder de vista la experiencia reciente. Se trata de repensar el modelo educativo, de dejar a un lado aquello que no es congruente con el tiempo en que vivimos. Tenemos que prepararnos para enfrentar, como hasta ahora se ha hecho, un semestre más, pero, hay que decirlo, la tarea no termina ahí, porque en el futuro nos espera un retorno difícil y complejo a nuestros planteles, a nuestras aulas, a nuestras vidas. Es por ello que tenemos que darnos tiempo para repensar nuestra labor para cuando recuperemos la escuela y el aula, tiempo para ir construyendo alternativas, propuestas, proyectos que garanticen condiciones para preservar la salud, la vida y la puesta en práctica de un modelo educativo enriquecido y fortalecido en medio de la complejidad de la experiencia que nos ha tocado vivir.
II.
Como ya se ha podido observar en las ponencias que se han presentado en otras mesas, aunque la crisis provocada por la pandemia ha representado un gran reto para la puesta en práctica de la propuesta de enseñanza-aprendizaje que hemos construido a lo largo de cincuenta años, no cabe duda que la experiencia docente adquirida durante ese lapso ha jugado un papel muy significativo para atender las necesidades que se han puesto de manifiesto en estos meses. Lo anterior no quiere decir que todo trascurra sin dificultades y problemas, pero a diferencia de otras instituciones nosotros contamos con algunas fortalezas, aunque también debilidades que seguramente se han agudizado en estos tiempos.
En principio, me gustaría referirme a un artículo publicado recientemente en un libro que lleva por título Educación y Pandemia. Una visión académica, me refiero al artículo del Dr. Ángel Díaz Barriga, porque en él no sólo se analiza la forma en que ha afectado la pandemia a la educación, sino que se reflexiona sobre los problemas y los retos que se han puesto en juego para la enseñanza y el aprendizaje en nuestro país. En su artículo, “Educación, escuela y continuidad educativa”,[1] el Dr. Díaz Barriga nos hace pensar seriamente sobre el hecho de que en este contexto hemos perdido la escuela, perdimos las aulas, pero además nos dice que el sistema escolar de educación básica no sólo no estaba preparado para una situación como la que hoy vivimos, sino que, no obstante existir un antecedente –el sismo del 2017— que alertó sobre posibles eventos que pudieran interrumpir el curso del sistema, la Secretaría de Educación sólo se preocupó por generar algunas alternativas apoyadas en el uso de las herramientas que ofrecían las nuevas tecnologías. Estos proyectos se orientaron principalmente a la capacitación de algunos sectores del profesorado, convirtiéndolos en una especie de técnicos que elegían los materiales que habrían de usar los estudiantes. En esa ocasión no se consideraron las posibilidades del estudiantado y de sus familias para poder acceder a estos programas. Hoy, en una situación de crisis más compleja, tampoco se han considerado las condiciones de desigualdad social que existen en nuestro país, lo único que importa es cumplir con el currículo, calificar y acreditar a los alumnos. Entonces y ahora no se está tomando en cuenta el gran problema que enfrenta el sistema educativo mexicano, porque la escuela no sólo es el sitio donde se pone en juego el plan de estudios que debe desarrollarse en un cierto horario, sino un espacio en el que tendría que propiciarse el desarrollo de aprendizajes significativos.[2]
Para este autor, la situación en la que ha colocado la pandemia al sistema educativo mexicano constituye una gran oportunidad para repensar lo que significa la escuela perdida y analizar, junto con los estudiantes, la pérdida de este espacio de encuentro, intercambio y socialización, pero sobre todo, para repensar el carácter formativo de la educación. La escuela debe dejar de ser un espacio donde los estudiantes sólo realizan tareas y exámenes para convertirse en el “…espacio donde el alumno conoce y analiza los problemas de su realidad…el espacio donde intercambia ideas con sus pares, presenta argumentos, razona, discute e indaga.”[3]
Durante cincuenta años el Colegio de Ciencias y Humanidades ha puesto en práctica en las aulas un modelo educativo en el que la enseñanza y el aprendizaje tienen como fundamento y principio filosófico un paradigma diferente al de la educación tradicional, que como es bien sabido es esencialmente memorística y enciclopédica. Aunado a lo anterior y como su nombre lo indica, el Colegio tiene entre sus principios una visión humanística y científica del conocimiento, por lo que se privilegia la comprensión y el análisis de la realidad en su complejidad y contradicción, sin perder de vista valores como el respeto a la vida, la dignidad humana, la justicia social, la igualdad de derechos y la responsabilidad compartida, entre otros. No hay que olvidar que nuestro bachillerato se define por su carácter integral y por el propósito de generar una estrecha interacción entre los diversos campos del conocimiento, entre las diferentes disciplinas, todo ello con el objeto de lograr una visión interdisciplinaria e integral del saber.[4]
Es necesario recordar que en el Colegio de Ciencias y Humanidades se ha puesto desde sus inicios un especial énfasis en el trabajo colegiado, de ahí que, a lo largo de su historia, los profesores hayan contribuido al análisis y la reflexión colegiada sobre el modelo educativo. El hecho de que los profesores participen en los diferentes órganos de gobierno de la Institución, en la revisión y actualización del Plan de Estudios, así como en las actualizaciones de programas, en los consejos, comisiones dictaminadoras, en las academias y en los seminarios institucionales, así como en la elaboración de materiales didácticos y en proyectos e investigaciones educativas, hacen del trabajo colegiado una de las fortalezas de nuestro proyecto educativo. Hay que destacar que en este período de crisis, el trabajo colegiado ha constituido una herramienta fundamental para el desempeño de las tareas de los profesores en las aulas virtuales.
Una de las claves para comprender la puesta en práctica del Modelo Educativo del Colegio y la propuesta de enseñanza-aprendizaje que han construido sus docentes y estudiantes a lo largo de todos estos años la podemos encontrar en uno de sus ejes principales, me refiero al aprender a aprender, concepto multidimensional en el que se incluyen no solo aspectos metacognitivos y habilidades complejas del pensamiento, sino también el desarrollo de la autorregulación y la autoestima, todos ellos, aspectos que constituyen “..la base para aprender a lo largo de la vida y que propician que el alumno sea capaz de adquirir nuevos conocimientos por cuenta propia y asumir la responsabilidad sobre su propio aprendizaje, situándolo como el actor central del acto educativo.”[5] En el marco del aprender a aprender, muchos docentes del Colegio hemos podido desarrollar habilidades de pensamiento que coadyuvan en la formulación de estrategias de enseñanza-aprendizaje que permiten comprender la realidad, especialmente en un contexto de cambio, incertidumbre y crisis civilizatoria como la que hoy se vive.
Sin embargo, sería pecar de soberbia si afirmáramos que esta experiencia ha sido del todo exitosa, pero el hecho de haberlo intentado durante un lapso tan largo, el contar con una experiencia docente que se revisa y discute en muchos espacios académicos, y el que muchos reconozcamos que se trata de una experiencia con aciertos y errores pero que aspira a retroalimentarse con la crítica y la autocrítica, ha dejado huella y es, hoy en día, otra de nuestras fortalezas frente a los retos en que nos ha colocado esta crisis.
Ante la situación en que nos encontramos, cuando los efectos de la pandemia nos han colocado ante nuevas formas de enseñanza y aprendizaje, cuando estamos frente a nuevos recursos tecnológicos y a condiciones totalmente distintas a las que teníamos hace nueve meses, no podemos dejar de lado otra de nuestras fortalezas; me refiero al compromiso que tiene el Colegio con la sociedad y con la formación de estudiantes comprometidos con su aprendizaje y con su país. Este compromiso, aunado al carácter innovador que ha caracterizado a la Institución desde 1971, nos obligan a afirmar que no podemos dejar de repensar nuestra propuesta de enseñanza-aprendizaje, entre otras cosas, para reforzar el carácter estratégico del aprender a aprender, del aprender a hacer y sobre todo del aprender a ser. Hoy más que nunca, necesitamos propiciar entre nuestros alumnos la participación activa y responsable en su proceso de aprendizaje, la responsabilidad y el respeto recíproco entre profesores y alumnos, entre comunidad universitaria y sociedad. Hoy más que nunca, se requiere propiciar la formación de estudiantes que puedan relacionar los conocimientos adquiridos con sus actividades cotidianas, con su entorno, con la sociedad en que viven, estudiantes que se planteen preguntas en las que se retomen las necesidades sociales que nos aquejan, así como los conocimientos científicos y humanísticos que les permitan comprender y enfrentar los problemas del mundo en que vivimos. Se trata de que los estudiantes asuman una posición crítica, creativa y reflexiva para enfrentar diversos problemas, por lo que es necesario fortalecer las estrategias que propicien el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico, porque estas habilidades constituyen un elemento clave para que nuestros jóvenes –con rigor y autonomía– comprendan el significado de los aprendizajes que son relevantes, los aprendizajes que los forman en medio de la crisis pero que al mismo tiempo les permiten mirar hacia el futuro de manera consciente, crítica y propositiva. Hoy más que nunca es el tiempo de fortalecer el aprender a ser y a considerarlo uno de los procesos de mayor relevancia en el trabajo que se desarrolla en el aula, sea esta virtual o presencial.
Una experiencia como la que se ha vivido en estos meses pone sobre la mesa el hecho de que, dadas las condiciones de tiempo y espacio, la enseñanza-aprendizaje ha tenido que atender los aprendizajes relevantes, dejando atrás la idea de que lo más importante es abarcar el mayor número de contenidos o aprendizajes indicados en los programas institucionales. Este ha sido un gran aprendizaje para los docentes, no sólo porque implica valorar con mayor cuidado el espacio presencial garantizado por la escuela y por el aula que juegan un importante papel en la formación de los estudiantes, sino porque la enseñanza en plataformas virtuales ha generado una gran lección sobre la necesidad que tenemos los seres humanos de los procesos de socialización que se operan en esos espacios. La experiencia obtenida recientemente también ha dado paso al fortalecimiento del aprender a hacer y a considerar formas innovadoras para enriquecer este proceso.
Es importante destacar que, ante la crisis, la Institución ha generado varios espacios para la reflexión y para la formación docente, los seminarios y grupos de trabajo han continuado trabajando, pero está claro que no en iguales condiciones que antes de la pandemia. Institucionalmente se ha promovido un seminario que actualmente está trabajando sobre la orientación y sentido de las áreas, lo que seguramente orientará a futuro un análisis y una discusión muy importante entre los profesores del Colegio. Por otro lado, y aunque ha habido una gran participación de los docentes en cursos y eventos, no tenemos información sobre el porcentaje de docentes que han estado atentos a estos trabajos, por eso es necesario que las áreas se organicen para convocar y escuchar a los profesores.
La reflexión sobre nuestro modelo educativo tiene varios momentos, el primero de ellos tendrá que realizarse en fechas próximas, pues es necesario hacer un diagnóstico de la experiencia docente por área y en el contexto de la pandemia. Por supuesto que no debe soslayarse la experiencia de los estudiantes frente a las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Por fortuna, en el Colegio estamos acostumbrados a la realización de un diagnóstico inicial en nuestros grupos, que dada la situación que se ha vivido tendrá que girar en torno a la experiencia académica y emocional de nuestros jóvenes. Tenemos que saber cómo se sienten y qué aprendizajes les parecen relevantes. Por otra parte, tendrán que generarse espacios para conocer la experiencia docente y sobre todo las necesidades y problemas que deben atenderse institucionalmente para que el próximo semestre tenga mejores condiciones.
El segundo momento tiene que ser planeado por la Institución, porque se enmarca en un proceso más complejo de reflexión sobre una propuesta de enseñanza presencial que ya no podrá ser igual a la que se tenía hace meses. La revolución tecnológica contemporánea ha cobrado un peso mayor en el aula virtual, dejando entre nosotros experiencias positivas y negativas, marcando los alcances y los límites de las tecnologías digitales. Los profesores han aprendido mucho al incorporarlas cada vez más en sus clases, de tal manera que es muy seguro que las integrarán a sus clases cuando recuperemos la escuela y el aula; por ello se requiere reflexionar a profundidad sobre los alcances y límites de estos recursos en el logro de los aprendizajes. La reflexión sobre otra de las fortalezas de nuestra Institución, el curso-taller, tendrá que orientarse a la discusión y análisis de los aprendizajes relevantes que deben propiciarse en el aula presencial y los que pueden desarrollarse a partir de los recursos que ofrecen las tecnologías digitales.
Por último y aunque ya se ha mencionado, es necesario recordar que otra de las fortalezas de nuestra Institución es la educación basada en una cultura que ha sido caracterizada como básica, pero es evidente que tendremos que repensar no sólo cuál debe ser el núcleo fundamental de esa cultura, sino la forma en que podemos propiciar que los jóvenes la asuman como propia, es decir “…para que los estudiantes se transformen en creadores, constructores y reconstructores de esa cultura que incluye lo local, lo nacional y lo global…”.[6]
A más largo plazo, habría que contemplar un tercer momento, me refiero a la Revisión y Actualización de nuestro Plan de Estudios, pero esto tendrá que considerarse cuando recuperemos la escuela y el aula. Y cuando esto suceda, habrá muchos profesores y estudiantes que se encargarán de continuar con el proyecto educativo del Colegio, pero con una actitud crítica, constructiva y muy, pero muy creativa e innovadora.
Referencias
Ángel Díaz-Barriga, Educación, escuela y continuidad educativa, en IISUE (2020), Educación y pandemia. Una visión académica, México, UNAM, <http:www.iisue.unam.mx/nosotros/covid/educación-y-pandemia>, consultado el 25 de mayo,2020.
Propuesta de la Comisión Especial examinadora a partir del análisis del Documento Base para la Actualización del Plan de Estudios. Documento para la discusión de la comunidad del CCH, México, Colegio de Ciencias y Humanidades, mayo del 2013.
Seminario de Modelo Educativo. Fascículo: El gran reto: Repensar la relación entre la práctica docente y el Modelo Educativo del Colegio. Este trabajo fue elaborado por Nora Aguilar Mendoza, Erick de Gortari Krause, María del Carmen Galicia Patiño, Elisa Silvana Palomares Torres. Será publicado por el Seminario como parte del proyecto del Seminario.
Dra. María del Carmen Galicia Patiño
Licenciada en Historia y Maestra en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Maestra y Doctora en Historia en la UAM, obtuvo la Medalla al Mérito Universitario por lograr el mejor promedio de la División de Ciencias Sociales.
Ha publicado dos libros de Historia y participado como coautora en otros tres publicados. Actualmente trabaja en tres nuevos libros para su publicación.
Ha escrito diversos artículos en revistas arbitradas y algunos más se encuentran en proceso de publicación.
Profesora de Historia del CCH Vallejo desde 1973. Ha impartido cursos de Historiografía y de Historia de México en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y ha sido tutora en los Programas del Sistema Abierto de la misma entidad, así como en otras instituciones educativas.
Ha participado en las comisiones de los distintos procesos para la revisión del Plan y los Programas de Estudio del CCH y como parte del Consejo Académico del Área y del Consejo Técnico, así como en comisiones en el CAB.
Ha elaborado diversos materiales didácticos y participado colectivamente en otros tantos.
Recibió la Cátedra Eduardo Blanquel.
[1] Ángel Díaz-Barriga, Educación, escuela y continuidad educativa, en Iisue (2020), Educación y pandemia. Una visión académica, México, Unam, <http:www.iisue.unam.mx/nosotros/covid/educación-y-pandemia>, consultado el 25 de mayo,2020, p. p 3
[2] Ibidem, p. 25
[3] Ibidem, p. 25.
[4] Plan de Estudios del Colegio de Ciencias y Humanidades 1996, México, UNAM.
[5] Propuesta de la Comisión Especial examinadora a partir del análisis del Documento Base para la Actualización del Plan de Estudios. Documento para la discusión de la comunidad del CCH, México, Colegio de Ciencias y Humanidades, mayo del 2013, p. 14.
[6] Seminario el Modelo Educativo del CCH. El gran reto: Repensar la relación entre la práctica docente y el Modelo Educativo del Colegio. En Fascículo 2. Este trabajo fue elaborado por Nora Aguilar Mendoza, Erick de Gortari Krause, María del Carmen Galicia Patiño, Elisa Silvana Palomares Torres. Será publicado por el Seminario como parte del proyecto del Seminario.