El Colegio ha operado por muchos años en condiciones escolares de excepción respecto al bachillerato público nacional y ha contado hasta la fecha con la infraestructura suficiente para asegurar a su planta escolar el suministro de medios materiales necesarios en las tareas sustantivas. Esto se corrobora con lo reportado por los profesores de carrera. También hay gran cantidad de cosas que dibujan un esfuerzo educativo construido con muchas voluntades individuales y colectivas, dispersas, separadas, aisladas entre sí, sin comunicación horizontal ni vertical, y en muchos aspectos con más voluntad que recursos o, en su caso, mal aprovechados institucionalmente; también, con exceso de reglas que privilegian el control político y administrativo, y que complican y desestimulan la elaboración académica.
El diagnóstico de la situación escolar presenta como problema central el rezago, construido para su estudio como una serie de obstáculos al aprendizaje. En primer lugar, cuestiones relativas a la formación escolar previa en la secundaria y en el bachillerato, las escasas habilidades de comunicación oral y escrita, los problemas cognitivos y la falta de hábitos de estudio. Otro tipo de obstáculo es el de una vida escolar que contiene aspectos como la falta de interés, motivación y compromiso del estudiante, y que se expresa en conductas como la deserción, el ausentismo, el adeudo de materias, la impuntualidad, la indisciplina, que son claros señalamientos de deterioro escolar. Particularmente grave es la percepción de “dos CCH” para hablar de las condiciones diferentes entre los cursos matutino y vespertino, y entre los profesores de carrera y de asignatura. Finalmente, un tercer tipo de temas tiene que ver con los aspectos afectivos, personales y familiares. Es el menos mencionado y se refiere a cuestiones tan importantes para el adolescente como la condición socioeconómica, la inseguridad, las adicciones, la autoestima, el empleo, la salud y el embarazo no deseado.
Los informes contienen una serie de pautas y de orientaciones que regulan los diversos modos de examinar los resultados de las actividades de aprendizaje y que denominamos criterios de evaluación. Éstos son parte fundamental del proceso pedagógico en el Colegio, donde se comprende que la evaluación es un proceso más que un fin que involucra tanto al estudiante como al docente. ¿Qué evaluar?: actividades grupales formadas de actividades individuales, registradas como participaciones, conductas, desempeños, y concretadas en productos de la cooperación y colaboración entre compañeros. ¿Cómo evaluar?: de manera permanente, retroalimentando las actividades y secuencias, involucrando y comprometiendo al alumno mediante ejercicios y actividades de autoevaluación y coevaluación. ¿Con qué instrumentos? Es posible distinguir dos tipos de éstos. Los instrumentos para evaluar las condiciones de aplicación de las actividades y dinámicas escolares reportadas: el diagnóstico, y los relacionados con los procesos de evaluación continua, formativa, permanente. Las respuestas a las tres preguntas construyen la versión prescriptiva sobre la evaluación que derivamos de lo registrado. Algo importante que no se menciona en los informes: cómo evaluar los mismos instrumentos de aprendizaje y evaluación.
En contraste, el principal instrumento reportado en las cuatro áreas es el examen final y parcial, y en el caso de Matemáticas, junto con el examen diagnóstico aplicado como medición de conocimientos de los ciclos anteriores, el examen representa 88 por ciento de los instrumentos de evaluación. Otro ejemplo en un sentido diferente son los instrumentos educativos que simplifican y ponen “en situación” los valores en juego dentro de las construcciones escolares, como son la rúbrica, el test KPSI, la V Gowin, la bitácora COL, utilizados en su mayoría por los profesores de Ciencias Experimentales.
Los programas del Colegio gozan de un consenso que revela una gran lealtad institucional. Los elementos o indicadores que mayor número de referencias tienen en toda la muestra, son los del modelo educativo y el programa indicativo. Respecto al modelo, con datos localizados en 86 por ciento de los informes registrados, además de las casi obligadas referencias a los principios del Colegio, la cultura básica y el profesor facilitador, se destacan dos visiones: aquellos que ponen el acento en los aspectos disciplinarios y de las profesiones, y aquellos que lo ponen en los aspectos didácticos y pedagógicos. No son contradictorias entre sí, pero sí implican preferencias y acentos en la planeación. La primera visión prevalece en Matemáticas e Historia, mientras que la segunda en Experimentales y Talleres.
Es posible derivar de los informes un esquema formal de planeación didáctica armado con procesos de aprendizaje en distintas escalas temporales: en el largo plazo de todo el curso, las estrategias de enseñanza dan sentido a las actividades: el trabajo grupal y colaborativo, las prácticas de observación, de lectura y escritura, de elaboración y procesamiento de información. En el tiempo medio: un tema, una unidad o una parte del curso en actividades recurrentes, concurrentes o paralelas, se trabaja en series o secuencias por fases, ciclos, niveles. Las estrategias se aplican dentro de las secuencias, de manera jerarquizada y coherente con los objetivos propuestos, por medio de actividades específicas realizadas en una o más sesiones, a lo largo de las sesiones del curso, extra clase como tarea o práctica de observación.
Respecto a los recursos de aprendizaje, es importante recordar que el registro se realizó con informes del ciclo 2009-2010. Lo reportado nos muestra un momento en la transición tecnológica y social en el Colegio. Respecto a lo primero, las referencias al uso de acetatos y transparencias, proyectores de cuerpos opacos, de diapositivas, cámaras y lectores digitales con insumos y dispositivos físicos (CD, DVD, USB), se contrastan con la actualidad de la conexión inalámbrica, en línea, en la red, en la nube, con los teléfonos y tabletas multimedia dentro del salón de clases y en todo espacio físico. Respecto a lo segundo, en la actualidad puede darse el caso que el profesor sea de los pocos que no tienen un artefacto de estos en el salón de clases.
La planeación concluye en el punto de partida, el diagnóstico de los obstáculos al aprendizaje, considerados ahora en dos grupos o categorías: en primer lugar, como acciones contra el rezago. Estas son de varios tipos según los reportes: actividades extras del docente y del estudiante, ajustes en la planeación, vincular los contenidos con la realidad, y considerar necesariamente los aspectos afectivos y de responsabilidad moral en todos los actores del proceso escolar. En segundo lugar, nos dicen los profesores, la evaluación diagnóstica al principio, al final o durante el curso, toma muy en cuenta las condiciones en las que se ejerce la docencia. Por ejemplo, que 80 por ciento de los cursos está a cargo de los profesores de asignatura, en muchos casos en condiciones de oficio precario, con mecanismos de asignación de grupos semestralmente, y aleatoriamente en los programas institucionales de apoyo al egreso en sus variantes: asesorías, recursamiento, último esfuerzo, apoyo al egreso. Estos programas, dicen profesores de carrera, indudablemente tienen consecuencias para los estudiantes, que conviven con diferentes versiones para-escolares de los temarios y de los contenidos mínimos, situación que en los hechos vuelve casi opcionales los cursos regulares.
En los informes anuales de los profesores, se tiene un material muy significativo que permite indagar de manera sistemática sobre el estado de la docencia, porque se muestran prácticas educativas donde el profesor relata cómo las realizó. También porque pueden contrastarse con otros registros. Un avance muy importante sería que el docente se sienta en situación de señalar las causas y consecuencias de sus errores, predicar con el ejemplo, porque es un principio pedagógico y epistemológico central.
Derivar de lo expuesto en los informes de carrera un modelo educativo original es un esfuerzo a contracorriente, una construcción para el futuro, que necesariamente requiere ejercer la autonomía académica en el oficio profesional. Una condición necesaria es llenar de contenido la noción del modelo por áreas: contrastar las formulaciones institucionales con la operación de los temas generales de los programas de las materias, las unidades de aprendizaje. Qué temas están relacionados con los de otras materias dentro del área y con las demás, y cuáles son los contenidos temáticos y las consecuencias curriculares que de ahí se derivan.
Es posible ver dos grandes agregados de temas generales: por una parte, los que tienen que ver con el adiestramiento para una cultura de nuevos oficios y profesiones abiertas, polivalentes, flexibles, de fácil adaptación al cambio tecnológico y al imperativo del corto plazo. El otro gran tema —quizá el central por los momentos que vive el país—, se refiere a la construcción de una cultura cívica, que oriente las conductas de nuestros estudiantes con principios éticos de largo plazo: tolerancia, colaboración, solidaridad, justicia. Estos aspectos quizá marcan la distinción entre competencia (desempeño profesional) y aprendizaje (orientaciones de vida), pero al respecto, si algo queda claro en los informes es que, para buena parte de los profesores, todo enfoque y recurso es importante dependiendo del objetivo propuesto, las condiciones dadas y el lugar que ocupa en la elaboración didáctica del docente. Nos lo señala una profesora: “Las prácticas abarcan múltiples dimensiones, lo cual refleja la complejidad del hecho docente.”