Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

De Espartaco al Ché y de Nerón a Nixon. A cuarenta años
Nuevos Cuadernos del Colegio Número 2


Fecha: 2013-09-26
Área: Histórico Social
Materia: Historia Universal Moderna y Comtemporánea I y II
Temática: El trabajo colegiado
Descarga: Descargar Pdf
Autor(es)
Miguel Ángel Gallo Tirado

Palabras clave: antologías, enseñanza de la historia, libros de texto, educación laica y gratuita.

Y ahí estábamos. Con muchas ideas, con ganas, seguros de que, si no pudimos cambiar el mundo —ni el país— en 1968, podríamos hacer algo tal vez valioso a través de la educación, así que nuestras primeras generaciones de alumnos serían una especie de laboratorio humano para formar chavos críticos, pensantes. En ese enorme intento hubo de todo, pero me gustaría afirmar que en la mayoría de los casos, se hicieron las cosas con las mejores intenciones.

Hoy, muchos de nosotros, jóvenes profesores en aquel entonces, nos sentimos muy orgullosos enumerando algunos de nuestros alumnos que han destacado en una o en otra forma y que mantienen aún valores como la dignidad, el nacionalismo, el amor por su país, el pensamiento crítico; en fin, la defensa de la educación pública, laica y gratuita, de tal manera que el famoso mural de Siqueiros Del pueblo a la Universidad, de la Universidad al pueblo, parecería ser el símbolo exacto de lo que aprendieron en las aulas. Profesionistas o simplemente ciudadanos con la camiseta de la UNAM literalmente tatuada en la piel y el corazón, para quienes el espíritu habla por la raza, en un mundo cada vez más complejo y difícil. Seguramente muchos de sus hijos hayan heredado los valores de aquellos nuestros alumnos. ¡Ese valioso efecto multiplicador y a mediano plazo de la educación!

Pero en aquellos años setenta había que echar a andar proyectos, enseñar lo mejor posible, hacer volar a la imaginación, pues ya que ésta no tomó el poder, como pedía uno de los lemas del 68 parisino, en cambio podía ser un poderoso resorte.

Aquí me referiré a una obra colectiva hoy casi mítica para profesores y ex alumnos, se trata de nuestras primeras antologías, publicadas como libros y utilizadas como apoyo para nuestras clases de Historia.

Hartos de utilizar libros que no nos acababan de satisfacer, nos reunimos varios amigos del Plantel Oriente allá por finales del muy lejano 1972. Había que hacer una antología de Historia Universal Moderna y Contemporánea, de acuerdo con nuestro enfoque de la historia, obviamente materialista histórico, pero que debería satisfacer una serie de necesidades: que cubriera el programa y manejara un lenguaje accesible, entre otros requerimientos. Ya habíamos hecho algunas selecciones de textos, publicados mediante mimeógrafo y cuyo resultado era, a veces, ilegible.

¿Por qué elaborar una antología y no una obra escrita por nosotros? Pablo Picasso dijo alguna vez que un pintor joven es una especie de coleccionista de estilos de los pintores consagrados. De hecho nuestro estilo (que siempre es individual) se forma con la madurez y siempre retoma de otros creadores, de nuestros "modelos", pasa por nuestro tamiz y finalmente aterriza en algo relativamente distinto hasta donde pueda serlo, pues sabemos que en realidad no hay nada nuevo bajo el sol. De ahí que preferíamos reproducir textos de Leo Huberman, Israel Epstein, Aníbal Ponce y otros, que escribirlos nosotros. Lo que sí hicimos, además de la selección propiamente dicha, fue la contextualización de los textos, mediante introducciones a las diversas unidades que componían un extenso, extensísimo programa de estudios de la asignatura. Sólo como un comentario, dicha asignatura, denominada Historia Universal Moderna y Contemporánea, iniciaba con la transición del feudalismo al capitalismo, pero nosotros la subimos al potro (el instrumento de tortura) y nos remontamos no sólo a las sociedades primitivas, sino incluso metimos una especie de introducción al enfoque teórico de la historia.

Esas primeras antologías no contenían elementos didácticos, ni siquiera un cuestionario, pues todo ello lo dejábamos a la creatividad de los profesores. La verdad es que estábamos en aquel entonces muy verdes y la mayor parte de nosotros ignorábamos las cuestiones didácticas.

Sabíamos, sin embargo, que una antología contaba con ventajas como apoyo en la enseñanza, en este caso de la historia. En primer lugar, el hecho de acercar a los alumnos a la obra de grandes historiadores y teóricos, ya que, pese a que reproducíamos textos cortos (y recortados), de todos modos ellos conocían el estilo del autor, la manera de abordar los temas, los ejemplos que utilizaban, etc. La antología, en misma, era una selección de lo que considerábamos mejor, más adecuado, con un enfoque más crítico. El complemento a los textos, es decir, la presentación de cada unidad, redactada por nosotros, era otra gran ventaja de este tipo de obra. Finalmente y no menos importante, había textos de más, para que el profesor eligiera el o los que considerara convenientes, a fin de abordar los temas con mayor o menor profundidad.

Fue uno de nuestros colegas, Francisco González Gómez, quien nos planteó elaborar una antología que intentaríamos publicar como libro impreso; él tenía un conocido, dueño de una pequeña editorial denominada Pueblo Nuevo. Hablamos con su gerente, el señor Filemón Guarneros, y él estuvo de acuerdo en publicar, siempre y cuando nos repartiéramos la inversión en partes iguales. Por cierto, recibimos un préstamo de un compañero del plantel Naucalpan del CCH, José Bazán, a quien curiosamente le reintegramos esa lana sin la cual difícilmente hubiéramos podido publicar.

El equipo estaba integrado por Francisco González Gómez, arquitecto, ampliamente conocedor de la historia; dos economistas, Antonio Martínez Torres y Raúl Sergio Cuéllar Salinas; un egresado del Colegio de Historia de la UNAM, Arturo Delgado González, dos politólogos, Sandra Solano García y quien esto escribe; finalmente, un abogado, Carlos Arango Juárez, alias "el Napoleón".

El libro, publicado por Pueblo Nuevo y titulado De Espartaco al Ché y de Nerón a Nixon, vio la luz en junio de 1973 bajo el sello de la Editorial Pueblo Nuevo. Llegó a más de 25 ediciones, según nos enteramos años después. A dicha obra la siguieron, con la misma casa editora, Del árbol de la Noche Triste al Cerro de las campanas (Historia de México 1) y años después, Positivismo y Neopositivismo, para Teoría de la Historia.

Muchos años han pasado desde entonces, algunos de los autores nos hemos distanciado y con otros hemos consolidado afectos. Uno de ellos ya no está con nosotros. Sin embargo estas antologías fueron una aportación a la vida académica del Colegio y efectivamente sirvieron de apoyo a muchos maestros, tal como lo corroboran esas más de 25 ediciones que he mencionado.

En lo personal, esta aventura sirvió para quitarme el temor de publicar libros. Desde hace años trabajo para Ediciones Quinto Sol, donde el núcleo de nuestro equipo original ha publicado otras obras: Cien años de lucha de clases en México, en dos tomos; De la prehistoria a la historia, De Cuauhtémoc a Juárez y de Cortés a Maximiliano y, el último que hicimos juntos, Teoría de la Historia, de los mitos a la ciencia, en el que toda la redacción es nuestra. Naturalmente unos integrantes salían y otros entraban, alguno de ellos (Ismael Colmenares Maguregui) en varias obras, en tanto que el periodista Luis Hernández Navarro colaboró en una de ellas. Tuve la satisfacción de contar con la colaboración de un ex alumno, Humberto Ruiz Ocampo, quien nos ayudó en el libro de Teoría de la Historia...

Un libro nunca es labor de uno solo, pues en su confección intervienen innumerables personas, con muy diversos tipos de colaboración. Están ahí desde los autores propiamente dichos, hasta el linotipista (que prácticamente no existe ya), el formador, el impresor, el encuadernador... Y luego, los encargados del almacén, los choferes, los promotores, los vendedores, los responsables de la cobranza, los de contabilidad, las secretarias. Sin olvidar al editor. Basta que falle una pieza del mecanismo, para que todo se venga abajo, igual que en la elaboración de una película o de tantas cosas en la vida en las que se trabaja en grupo.

Hoy, a 40 años de la publicación de nuestra primera antología, estoy convencido de que el paso de varios de nosotros por la querida Academia de Historia del Plantel Oriente fue una experiencia que en algunos dejó una huella imborrable. Circula por el medio el chiste (¿?) de que el embarazo y lo cecehachero no se puede disimular, una verdad del tamaño de la catedral de Notre-Dame.Ì