Entre los aspectos más novedosos del Colegio de Ciencias y Humanidades fue concebir la enseñanza en una perspectiva totalmente diferente: dos lenguajes y dos métodos, el Histórico Social y el Científico Experimental, y concretar este último en la formación del Área de Ciencias Experimentales.
Las discusiones posteriores de si hay uno o varios métodos experimentales son resultado de una concepción más refinada de esa metodología, cuyo planteamiento inicial fue determinante en la creación de un nuevo bachillerato. Me explico.
Antes de 1971, el aprendizaje de la ciencia era, pese a todo lo que se piense, fundamentalmente libresco, en todos los niveles educativos. A continuación me centraré en la Física.
Aun en la licenciatura, se aprendía ciencia, en este caso Física, a partir de conocer cómo se había llegado a los descubrimientos científicos y se nos platicaba, o se nos dejaba investigar, cómo se había llegado a determinados conocimientos o leyes. Conocer y comprender los trabajos de Galileo sobre cinemática era más importante que intentar realizarlos, a pesar de contar con mucho mejores herramientas que las que él tuvo.
La “actividad experimental”, en el mejor de los casos era una actividad práctica, para verificar los resultados obtenidos por los grandes científicos, los que, por lo mismo, en general llevan su nombre. Si los resultados no coincidían, la actividad académica se convertía en buscar las mejores explicaciones de por qué el resultado era diferente o en cuantificar esa diferencia, para determinar que no era tan significativamente grande como para no creerla; había que creerlo o cuestionarlo, pero buscando la respuesta teórica más adecuada. La investigación estaba, y puedo afirmar que todavía está, reservada para los eventos de frontera.
Cuando en 1971 los nuevos profesores, en general recién egresados de la carrera o todavía alumnos de los niveles superiores de la licenciatura, determinamos enseñar en el Colegio alguna disciplina desde un punto de vista experimental, nos encontramos que no sabíamos realmente cómo hacerlo.
La primera generación de profesores que debíamos enseñar Física desde un punto de vista experimental, ignorábamos cómo lograrlo. Seguramente los fundadores del Colegio sabían de nuestra ignorancia y estructuraron un curso para los profesores que impartiríamos dicha asignatura. Los químicos nos ayudaron un poco con su experiencia en los laboratorios. En algún laboratorio de la Facultad de Química, realizamos las actividades que, los que aprobáramos el curso de selección, realizaríamos posteriormente en las aulas del Colegio, y digo aulas, porque no eran laboratorios, sino los mismos salones donde se realizaban las actividades “experimentales”, con la ayuda de un libro que las presentaba, el IPS.
Sin embargo realizar adecuadamente esta tarea nos llevó a comprender mejor la propia tarea que estábamos realizando: no solamente éramos profesores, también éramos principalmente físicos y químicos enseñando el primer curso de Física I y Química I dentro del Área de Ciencias Experimentales. ¿Cuál era la función que debía representar nuestra enseñanza encuadrados en esta área? Nos vimos en la necesidad de continuar formándonos como profesionales, para realizar esta tarea más adecuadamente.
El que un grupo tan heterogéneo realizara estas labores teniendo diferentes formaciones profesionales, era natural que diera lugar a que surgieran varias corrientes de cómo enseñar esa metodología experimental.
Algunos pensamos que no era lo mismo que los alumnos realizaran actividades prácticas que aprender la metodología. Las pláticas con los colegas nos mostraban distintos puntos de vista sobre la experimentación. Realizar las actividades plasmadas en un libro no era conocer ni aplicar una metodología experimental, consideramos al libro un recetario que había que superar. Las ideas más generalizadas fueron: desechemos el libro y quedémonos con la temática presentada o desechemos el libro y su temática y centrémonos en una temática más acorde a la disciplina o, inclusive, había quien, llegando a extremos, dijera que las condiciones de los laboratorios no eran las adecuadas para el trabajo experimental, y propusieran olvidar la metodología y enseñar como nosotros aprendimos, a base de pizarrón y gis. Y con ello la diversificación de los programas no se hizo esperar. Afortunadamente la última corriente poco influyó en los profesores, el Colegio: éste también nos había formado y habíamos madurado en nuestra profesión.
Esta maduración se había logrado de diferentes formas: leyendo, discutiendo, debatiendo o simplemente escuchando las enriquecedoras discusiones de los compañeros.
Enseñar Física no era solamente lograr que los alumnos conocieran los conceptos y las leyes de la misma, era hacer que conocieran su metodología, es decir, que realizaran efectivamente actividades experimentales que los llevaran al menos a redescubrir los resultados plasmados en los libros de texto; que los llevaran a determinar la veracidad o falsedad de una hipótesis, no solamente por los argumentos presentados en una discusión sino también fundamentados en resultados que arroja la propia naturaleza, a pesar de nuestra sólida fundamentación. Decía alguno de nuestros compañeros “la naturaleza es muy necia y no cambia a nuestro capricho”.
La corriente de profesores que sostiene que en el ciclo de bachillerato no puede existir real experimentación, puede tener razones fundamentadas, pero ello no quita al alumno la satisfacción de redescubrir regularidades que existen en la naturaleza. Con esta visión, los alumnos no solamente aprenden física en el sentido de conocer los conceptos y leyes de la disciplina, sino también adquieren una metodología que les permite conocer cuándo hay, o no hay, regularidades en la naturaleza; se vuelven más sistemáticos en la ejecución de sus actividades; buscan las evidencias que fundamenten sus aseveraciones; trabajan directamente en equipo, con todas las virtudes y defectos que esta actividad implica; su aprendizaje no es sólo memorístico, sino también adquieren habilidades que los forman como individuos inmersos en una sociedad.
Con esta inquietud, algunos profesores del Colegio, Grupo LAC, preocupados por lograr una mejor formación de los alumnos, hemos estado investigando y elaborando una metodología que propicie mejor el aprendizaje y la formación de los alumnos. Hemos denominado RETOS a esta metodología.
Esta metodología no es nueva. Retomando los principios del Colegio, trata de proporcionar a los profesores y alumnos una forma concreta de recuperar la actividad experimental, para que éstos se acerquen al conocimiento y comprensión de las temáticas de Física. Se trata de enfrentar a los alumnos, por medio de preguntas, a situaciones nuevas, donde ellos tienen que encontrar, principalmente con actividades experimentales, las evidencias que les permitan dar respuestas fundamentadas.
El Colegio en 1971 no fue solamente un bachillerato más, fue un parteaguas que incidió en la forma de acercarse al estudio de las disciplinas científicas, aun cuando, a 42 años de su creación, haya quien todavía no lo comprende.
Con esta visión panorámica de los que ha sido el Área de Ciencias Experimentales y ante la actual revisión del Plan y los Programas de estudio, ¿qué es lo que se necesita?
Desde mi punto de vista, lo que se necesita en Física no es un cambio en la temática, ni en los aprendizajes, sino en la metodología de la enseñanza y del aprendizaje. Es necesario regresar al proyecto del Colegio, un regreso a su espíritu, con la experiencia que nos dan 42 años de vivencias, de ensayos, de aciertos y de errores. Un regreso a los inicios, pero no con la inocencia e ignorancia de entonces. Regresar a incidir mejor en el aprendizaje de una metodología experimental, que los profesores sepamos orientar a los alumnos a enfrentar y resolver retos de nuestra cotidianeidad y no de los planteados en los textos. Sólo así formaremos alumnos corresponsables con el medio y sociedad en que están inmersos.
La situación parece grave: por un lado, queremos que nuestros alumnos aprendan a resolver retos o a conocer y mantener explicaciones del mundo que nos rodea, lo que implica ofrecerles la suficiente libertad de explorar diferentes propuestas o hipótesis; pero, por otro lado, tenemos que cumplir un programa determinado, cubrir los temas o los aprendizajes, que en general se refieren a adquirir conocimientos de la disciplina. El trabajo es arduo, se trata de elaborar aprendizajes que unifiquen aspectos formativos del alumno y contenidos de la asignatura que enseñamos. Eliminar la culpabilidad que resiente el profesor de que no cumple el programa de estudios que, en general, se refiere exclusivamente a la temática, a pesar de querer centrarse en aprendizajes. Los aprendizajes de los programas se centran en contenidos temáticos de la disciplina.
El verdadero cambio en los programas de estudio está en la creatividad que tengamos los profesores para estructurar aprendizajes que realmente contribuyan a la formación de los alumnos empleando como fundamento, objeto y pretexto los contenidos de las disciplinas científicas.Ì