A partir de todos los aspectos problemáticos y los cuestionamientos que se expusieron en el Seminario, y tomando en cuenta que todos ellos están estrechamente relacionados, voy a intentar aventurarme en una reflexión todavía muy especulativa sobre la necesidad de replantear algunos de los aspectos que intervienen en el ejercicio o ejecución de lo que se ha dado en denominar la práctica docente.
Así, tomando en cuenta lo esquemática e incompleta que puede ser esta reconsideración de las relaciones que se establecen entre los alumnos y el maestro, dentro del aula, comenzaría por retomar las interesantes observaciones que el investigador Gilberto Guevara Niebla formuló en alguno de sus trabajos.
Para empezar, este autor considera que la forma dominante y casi hegemónica de esta relación ha estado básicamente ordenada en torno a la figura del maestro, incluyendo aspectos tales como la disposición del mobiliario (como probablemente se pueda aún hoy observar en la Escuela Nacional Preparatoria), pero lo más importante de este ordenamiento es que contribuye de manera sustancial a propiciar una concentración de la actividad creativa en este elemento del proceso de enseñanza. Esta distribución de papeles, inevitablemente convierte al polo de la enseñanza en el factor activo del proceso de enseñanza-aprendizaje, haciendo disminuir considerablemente las posibilidades de generar una participación más activa y enriquecedora del polo del aprendizaje, representado por los alumnos, quienes de esta manera se convierten en el factor pasivo de este proceso.
Asimismo, en términos de lo que Roman Jakobson considera la cuestión central en su investigación sobre las funciones del lenguaje y de los factores que intervienen, a través de su efectuación, en cualquier acto de comunicación verbal, se puede afirmar que, en la medida en que el emisor interviene hegemónicamente en la formulación y envío de los mensajes, aunque estos últimos estén estrechamente vinculados con la función referencial, que determina la posibilidad de la descripción del contexto, este mecanismo bien puede convertirse en una forma de la función conativa, cuya expresión gramatical más pura es justamente el imperativo, a menos que en su enunciación se permita que el receptor, a su vez, se comporte como emisor en la formulación de enunciados interrogativos, lo que va a permitir la puesta en escena de una verdadera comunicación dialógica.
Pero regresando al asunto del papel desempeñado por el maestro en su práctica docente y considerando las observaciones formuladas al respecto por Margarita Pansza, la práctica docente es la acción concreta que realizan los profesores para propiciar el aprendizaje en los alumnos, una acción concreta que va a tomar varias formas vinculadas estrechamente con la concepción que se tenga del proceso de enseñanza- aprendizaje.
“Para algunos profesores, la práctica docente es la oportunidad de reproducir las relaciones burocráticas que se generan dentro de la escuela misma. En cierta medida, estos actúan como monopolizadores del saber (el profesor es quien sabe y el alumno tiene que aprender de él) e introyectan en el alumno una actitud de sumisión y no cuestionante; fomentan el memorismo y el dogmatismo, y con frecuencia acuden a medidas represivas muy relacionadas con la posibilidad de acreditación por parte del alumno. Establecen un vínculo de dependencia y sumisión y su metodología didáctica suele estar reducida a la exposición magistral. En realidad, en tal tipo de práctica se esconde una concepción mecanicista del aprendizaje y del conocimiento conforme a la cual se cree que es suficiente exponer al alumno a un estímulo (en este caso a la exposición hecha por el maestro o a la lectura acrítica de un libro), para que el aprendizaje se dé. Este tipo de práctica docente fomenta la fragmentación y la disociación en el proceso de conocimiento de los alumnos.”[1]
Me permití insertar esta referencia, en primer lugar, porque es la que tenía más a la mano y, en segundo, porque es precisamente a esta forma de llevar a cabo la práctica docente a la que, a lo largo de toda la experiencia del Colegio, nos hemos continuamente confrontado y, si bien, en una gran medida, hemos podido formular los principios y las consideraciones teóricas que han determinado un modelo distinto y un conjunto de estrategias innovadoras que permiten y hacen posible una participación más activa de los alumnos, tenemos que reconocer también que, en los hechos, continuamos todavía influenciados por esta tradición en la que fuimos formados, de tal suerte que muchos de los cambios que se han incorporado, vuelven a contagiarse y a convertirse en parte de la misma tradición antigua.
A lo largo del seminario, se han formulado serios cuestionamientos no sólo al funcionamiento de los elementos que estructuran el modelo educativo del Colegio, sino también a la pertinencia que se mantiene con los principios y fundamentos que lo orientan, en particular, con el problema de la posibilidad de llevar a cabo una eficaz integración de las materias por áreas que, en algunos aspectos, fundamentalmente formativos, permitirán una relación interdisciplinaria.
Es posible que, en la medida en que se consolide cada vez más la tradición de formular los programas de estudio a partir de consideraciones específicas y particulares de cada una de las materias, se esté también ocasionando la organización de sus contenidos en una forma más cerrada y, en cierto sentido, más dogmática.
Ahora bien, no todas las materias se prestan fácilmente a una organización más abierta y flexible de sus contenidos y de sus formas de trabajo, como las de las áreas de Matemáticas y Experimentales, en donde se necesita una especie de adiestramiento más intenso para el manejo de los contenidos, generalmente formulados en términos estructurados a partir de lenguajes formales especializados o de observaciones cuantificadas por instrumentos precisos.
Y, sin embargo, desde mi punto de vista, se hace necesario reflexionar, buscar, investigar y proponer las posibilidades de que disponemos para aplicar estrategias de aprendizaje que estén más estrechamente vinculadas con la vida cotidiana de los alumnos, es decir, que se construyan conocimientos más significativos.
De las materias que configuran las áreas de Historia y Talleres, es posible pensar que, de alguna manera y desde luego no todas ellas, tienen una perspectiva más amplia, desde el punto de vista de cómo inciden o pueden incidir en la formación integral de los alumnos y en la consolidación de un pensamiento crítico.
Por el momento, no voy a profundizar en este aspecto, porque, en realidad y a pesar de que la idea o el concepto de un currículo flexible está estrechamente relacionado con la posibilidad de permitir una participación más activa y crítica de los alumnos, y desde luego con el tratamiento de problemas sobre los que se puede intervenir desde distintos puntos de vista o con diferentes enfoques, lo que a su vez puede fomentar un diálogo muy enriquecedor, en la experiencia cotidiana en el aula, lo que está en el centro de la misma no son ni el profesor ni los alumnos, sino el tema o más bien la problematización del tema objeto de estudio.
Toda esta idea, que tiene que ver no con la formulación de un conocimiento, en cierta forma dogmático, sino con la formulación de las diferentes interpretaciones y la consideración de los distintos aspectos a partir de los que es posible llevar a cabo una acción reflexiva, no solamente de los alumnos sino sobre todo del maestro, que debe estar muy atento a las opiniones de los mismos, tiene a su vez una estrecha relación con la construcción de un clima o de una atmosfera de trabajo en el aula, en la que el maestro tome en cuenta no sólo los aspectos, digamos intelectuales de sus alumnos, sino sobre todo los afectivos o emocionales, porque, en una gran medida, estos últimos forman una parte determinante de su carácter, de su talento, de su temperamento y de su personalidad.
Es necesario tomar en cuenta que los alumnos están pasando por el periodo de la adolescencia, cuyas características principales han sido interpretadas y formuladas según múltiples corrientes psicológicas e inclusive psicoanalíticas, que, sin embargo, coinciden en considerarla como una especie de crisis necesaria, en donde el sufrimiento, muchas veces inconsciente, del adolescente puede manifestarse a través de múltiples formas.
Para algunos investigadores cercanos a Jaques Lacan, este sufrimiento inconsciente que el adolescente padece necesariamente en su transformación de niño en adulto (digamos de los 11 a los 25 años), puede expresarse en más del 80% en un sufrimiento moderado, que se experimenta como angustia, como tristeza o como rebeldía. Puede también expresarse, en otro 19 %, como un sufrimiento intenso y un comportamiento agresivo y peligroso, y finalmente como un sufrimiento extremo que puede generar una esquizofrenia (recuérdese que el término original de este colapso de la personalidad, acuñado por Kraepelin, fue el de “demencia precoz”), una de las distintas fobias, depresión intensa, perversión sexual o inclusive desórdenes alimentarios crónicos.
Puede ser que la mayor parte de nuestros alumnos tengan lo que también se puede llamar una “neurosis sana”, pero también una parte considerable de los mismos puede expresar su sufrimiento intenso, a través de comportamientos depresivos, aislamiento, intentos de suicidio y, desde luego, suicidio, adicción y consumo de drogas duras, consumo abusivo de alcohol, adicción a la pornografía, anorexia y bulimia, ciberdependencia, vandalismo y deserción escolar y ausentismo.
Es decir, con este enfoque, pienso que es necesario tomar en cuenta todos estos aspectos para repensar cómo se puede, en la medida de lo posible, orientar a los maestros, para que puedan llevar a cabo un tratamiento más cuidadoso, respetuoso y paciente con los alumnos, porque muchas de nuestras actitudes incrementan el desconcierto, la depresión, el resentimiento y la rebeldía que experimentan muchos de ellos.
Pero también hay que tomar en cuenta que una parte muy importante del conflicto interno del adolescente está acompañado de una especie de energía creativa o, más bien, de una intensa relación con el entorno y consigo mismo, que puede ser encauzada, y de hecho lo es, a través de una enorme creatividad. Pienso que un ejemplo de ello es la expresión de las experiencias de los jóvenes a través de la música.
Es posible que se necesite tomar en cuenta cómo están funcionando los departamentos de Psicopedagogía, los programas que llevan a cabo, etc., o también los Programas de Tutorías, o inclusive muchas otras formas hasta ahora no pensadas de converger en este asunto.
Algunos de los integrantes del Seminario expresaron su preocupación por la situación de los alumnos y, si bien al principio solamente consulté los índices de reprobación y de deserción, que son mucho más altos en el turno vespertino, pronto me percaté de que se trata de un problema que tiene que ser abordado con mayor detenimiento, porque, además, en muchos de nosotros aún se manifiesta este tipo de neurosis, lo que está implicando que tenemos que aspirar a proyectos más amplios e inclusivos tanto teórica como prácticamente.Ì