Ser profesor es un compromiso con uno mismo y con los alumnos. Concebir al docente no como detentador del poder que aplica en el salón de clases con toda la autoridad, sino como un facilitador, un coordinador del grupo y como un personaje que se juega, como cualquier otro en su profesión, con la diferencia de propiciar el desarrollo personal y académico de los alumnos.
El docente comprometido va a responder a su labor a través de su entrega, de la planeación de sus clases, de la revisión de tareas y del propiciar un ambiente que permita el aprendizaje de sus estudiantes en el salón de clases, así como el intercambio y retroalimentación de conocimientos y saberes.
Consciente de que el aprender se construye, reconstruye, el maestro se convierte en otra posibilidad para el joven bachiller a través de su ejemplo, de su actuación, de su forma de pensar, del respeto que se brinde a sí mismo y a los demás.
La tolerancia y la escucha a los jóvenes resultan acciones fundamentales que ayudan a crecer al discente, así como al propio profesor.
Consciente de quiénes son los que tiene enfrente, de saber qué piensan, qué quieren, cuáles son sus cambios, ideales, problemas y ambiciones, podrá trabajar para contribuir a que sean personas respetables y pensantes; sabiendo que cuentan con inteligencia y capacidad de asumir los cambios y adaptarse a situaciones diversas con el apoyo del adulto.
Intercambiar ideas, situaciones entre sus propios compañeros docentes, saberse humano y con errores y aciertos, es una forma de crecer.
Ser profesor no es cualquier cosa, es todo un reto y compromiso. No es algo inalcanzable, estriba en lo más sencillo: conocerse a sí mismo y ser humilde, sabiendo que no todo lo sabe, aceptando sus limitantes y reconociendo a los demás.Ì