Se trata de reflexiones surgidas a partir de la asistencia reciente a un encuentro organizado por profesores del plantel Oriente.
1. El entorno urbano. En los primeros años del plantel Oriente (los setentas) las zonas urbanas aledañas, la colonia Agrícola Oriental, la unidad Ejército Constitucionalista, la zona de “Cabeza de Juárez”, Ciudad Nezahualcoyotl, eran, además de comunidades habitacionales en expansión, fértil campo de la delincuencia común: robos a casa habitación, de autos, comercios, “micros”, pandillerismo. La colindancia con zonas industriales y la Central de Abastos (y durante un buen tiempo con los basureros de Tulyehualco) hizo posible la prostitución en las avenidas y en las cantinas y bares disfrazados de “restaurantes familiares”. La zona también se convirtió en campo de asaltos contra los jóvenes adolescentes, en calles transitadas o no, por terribles patrullas de la policía preventiva y judicial, las que, hasta la fecha, los detienen y acusan de lo que se les da la gana: de delitos menores, como posesión de “droga” o “faltas a la moral” (las parejas; si son gays, peor), o de otros delitos graves, como robo, asalto y asesinato. Los alumnos del plantel Oriente conocen muy bien del asunto.
La pregunta es, por qué, dado el entorno complicado en el que se ubica el plantel Oriente, hasta la fecha se ha logrado evitar situaciones recurrentes de violencia relacionadas con el tráfico de droga (sin que esto signifique que no exista una franja consumidora en la población del plantel) y el “porrismo” (a pesar de que en casi todos los bachilleratos públicos cercanos en la zona han existido grupos de choque como las llamadas “porras”). La respuesta obviamente es multifactorial, pero yo destaco dos aspectos que me parecen muy importantes.
2. Por su historia: a) durante sus primeros 20 años, el plantel Oriente se distinguió por su alto grado de participación solidaria con los movimientos sociales, particularmente (aunque no exclusivamente) los realizados en el perímetro cercano (sindicales en la zona industrial Iztacalco-Iztapalapa, vecinales con los movimientos urbano-populares en Nezahualcoyotl e Iztapalapa); b) Durante esos mismos años, en su calidad de plaza tomada por el autogobierno, se realizó una apertura de la escuela a los padres de familia y los vecinos en general, permitiendo el acceso libre a sus instalaciones los fines de semana para actividades de difusión cultural (cine, teatro, conferencias, exposiciones), muchas de las cuales se desarrollaban también en solidaridad con huelgas y movimientos. Desde mi punto de vista, lo anterior necesariamente creo lazos comunitarios con la población de la zona aledaña: sienten al plantel como suyo y no sé si lo defienden, pero sí lo respetan, lo cual ya es mucho.
3. Por su tradición interna de: a) reglas colegiadas para la elección de los cargos de coordinación académica (jefes de área, jefes de sección, además de los consejeros académicos, técnicos, internos). No estoy seguro, pero parece que Oriente es el único plantel que elige a sus jefes de sección (aunque últimamente se eligen sólo profesores de asignatura para las jefaturas y para los consejos académicos); b) reglas informales para la formación de administraciones de coalición, que, con mayor o menor pluralismo, han funcionado en el plantel, por lo menos desde la administración de Ricardo Bravo en los años ochenta; c) una red de colectivos y equipos de trabajo de profesores de carrera y asignatura en proyectos académicos concretos desarrollados a través de varios años. La combinación de estos tres aspectos permite canales reconocidos de operación ya segura y que las distintas corrientes de opinión participen en decisiones con sólido respaldo comunitario.
Un ejemplo, el caso de los anarquistas hace pocos años. Después de que lanzaran algunas bombas molotov durante un cierre del Anillo Periférico (hecho inusitado), se descubrió que el cubículo del mismo grupo anarquista en el plantel albergaba decenas de bombas similares (hecho escandaloso, directo a la prensa y TV). El asunto se trató en dos o tres asambleas generales en la explanada del plantel, donde hablaron estudiantes, profesores y trabajadores representantes de las diferentes opiniones, acordándose que el grupo estudiantil desocupara el cubículo en mínima sanción por lo ocurrido. El grupo aceptó y desde entonces se reúnen en una esquina de la explanada, igual que otros grupos o tribus sin cubículo. Difícilmente una actuación similar podría darse en algún plantel de bachillerato en la UNAM o en el país.
4. Actualmente los planteles operan en un contexto de precario equilibrio de condiciones en ebullición: a) la crisis política resultado de las “reformas estructurales” en la educación, las telecomunicaciones, el petróleo, la electricidad, el sistema político, lo cual permite prever un aumento del conflicto y la movilización social; b) la escalada de violencia de la delincuencia organizada, que, lejos de disminuir, presenta una alarmante aumento en la zona metropolitana del DF; c) la violencia estatal, tanto en sus aspectos tradicionales asociados a la corrupción de la justicia y la política, como en la peligrosa tendencia golpista de criminalizar la protesta; d) la violencia comunitaria, donde uno se pregunta cuánto tiempo pasará antes de que surjan los grupos vecinales armados en las zonas urbanas del DF (las autodefensas de los pobres, porque las clases medias acomodadas desde hace tiempo tienen sus zonas habitacionales protegidas por cuerpos de policía privados); e) el aumento del desempleo, la miseria y la polarización social; en resumen, la descomposición social.
Y resulta que el plantel Oriente, y los demás planteles del Colegio, se encuentran en la primera línea de fuego, no sólo por el contexto inmediato, sino porque la población estudiantil con la que se trabaja, forma parte del sector más vulnerable y potencialmente más explosivo de la población: los jóvenes adolescentes de las clases populares. El grueso de los jóvenes “anarquistas” que se enfrentaron violentamente con la policía en las marchas del año pasado, son adolescentes estudiantes de distintos sistemas de Bachillerato, organizados en grupos que se han formado en contra de los muchos grupos de choque tradicionales organizados en las “porras” y grupos de “animación deportiva”. Los anarquistas de las escuelas de Bachillerato, particularmente los de fuera de la UNAM, son adolescentes que han formado una conciencia de colectividad, una identidad que los identifica como grupo, en torno a la violencia y al odio visceral contra los cuerpos policiacos identificados como el Estado. No se diga de los adolescentes no escolarizados organizados en bandas juveniles. Las escuelas de Bachillerato de la UNAM, particularmente el plantel Oriente, han logrado que en la vida escolar los estudiantes construyan su conciencia de colectividad integrando valores éticos de responsabilidad y solidaridad social. Y esto sólo se logra a partir del ejemplo, mediante una obligación de calidad profesional.
5. ¿Qué hacer ante este panorama? Lo peor es no hacer nada y dejar que los acontecimientos se impongan, porque entonces surgen las medidas de excepción, tomadas de manera apresurada, como reacción, sin apoyo, las que además, por lo regular, resultan contraproducentes y agresivas para la calidad de la convivencia. Es nuestra obligación, como comunidad escolar, ser conscientes del entorno de riesgo y operar adoptando el principio de autodefensa, no con medidas de mayor control y vigilancia, sino reforzando los lazos comunitarios fundados sobre valores compartidos, como mejorar y ampliar las reglas formales e informales que aseguran la corresponsabilidad académica colegiada y un gobierno académico mediante el diálogo y la discrepancia.
El objetivo debe ser lograr una administración plural en los planteles y en el Colegio, con capacidad de impulsar medidas con amplio respaldo comunitario, con políticas, preventivas antes que punitivas, en los aspectos de seguridad y salud. Una administración plural capaz de asegurar calidad en el desempeño profesional, lo que debe erigirse como criterio ético de la escuela, tanto en lo que respecta a la formación académica que recibe el estudiante, como en el desempeño cívico y personal de alumnos, profesores y trabajadores del Colegio.
En el Colegio, se ha llamado a estos objetivos éticos aprendizajes mínimos, cultura básica, y ahora, cada vez con mayor urgencia, cultura ciudadana. Como quiera que se los llame, son valores constituidos en las prácticas escolares en los planteles, que deben ser reforzados como contenidos curriculares centrales, eje rector de la política escolar en el Colegio, y, por lo mismo, deben abarcar a todos los integrantes y a todas las prácticas de la comunidad en un principio de identidad: si esto es así, entonces todos somos el plantel, todos somos el Colegio, todos somos responsables de que las cosas marchen bien.
6. En un escenario catastrófico, dentro de una crisis institucional generalizada, los planteles del Colegio y la UNAM en su conjunto pueden ser de las pocas instituciones que, en el nivel local y nacional, mantengan una legitimidad interna y un reconocimiento externo. Pero eso depende de las medidas que se tomen desde ahora.Ì