En el correr de los años, la experiencia de lo vivido nos hace reflexionar sobre lo bueno y lo malo de estas experiencias, recuerdas las buenas con una sonrisa en el rostro, las malas con seriedad y sin movimiento en las comisuras de los labios. Sin embargo, estas últimas están en ese baúl con candado enorme que las contiene, pero no lo abres, porque no hay razón para ello.
Vivimos en una época de cambios y de riesgos enormes, nos dicen los diarios cotidianamente. Sin embargo en el recorrer de esa experiencia hemos recibido la bendición de tener un trabajo invaluable, un trabajo gratificante en el Colegio de Ciencias y Humanidades que nos recibió sin experiencia profesional ni docente, pero nos enseñó una manera diferente de enseñar a pensar, de lograr en los alumnos aprender a aprender, de decir a otros nuestras ideas y de formar con ellos grupos de trabajo que escuchan y opinan, porque, entre iguales y no, podemos expresar todo aquello que construye posturas y crea experiencias propias y para los demás.
Esos primeros años en el CCH fueron el motor de lo que soy ahora, me motivaron, me hicieron crecer, me llenaron de ideas razonables para continuar y sobretodo me dieron un ambiente cálido. Estuve rodeada de gente amable, jardineros, laboratoristas, secretarias y los directivos de la época; desde la entrada al plantel Naucalpan hasta el aula-laboratorio, los saludos diarios de los alumnos me hicieron sentir como en casa.
Yo soy una profesora a quien un parteaguas definió la vida escolar. Ese parteaguas fue el Programa de Superación Académica y Actualización de Profesores de Bachillerato (PAASPB), que tuve el acierto de realizar en el Plantel Sur. En él aprendí que la pedagogía no era un medio donde los pedagogos sentían confort. Entendí que los alumnos aprenden más y mejor cuando aplicas métodos pedagógicos didácticos con los cuales aproximas el conocimiento y éstos lo hacen suyo. Reafirmé que el Modelo Educativo del Colegio no sólo se refería en la Gaceta Amarilla de 1971, sino era la esencia de un modelo de enseñanza-aprendizaje donde el eje rector del proceso eran los educandos que aprendían a aprender.
Aprendí que educar era un proceso de profesionalización de la enseñanza, sentí gusto por ello y continué en ese tenor. Participé en una serie de procesos de aprendizaje, con los cuales logré aumentar mi pasión por la Institución, logré reconocer que soy producto de ella y lo que soy ahora lo debo a las oportunidades que la Institución formuló y que pude considerar para el desarrollo de mi vida profesional y académica.
Paulo Freire decía “cuando el educador educa, también se educa”. Esta experiencia se debe a las posibilidades de aprendizaje vertidas en el Modelo Educativo del CCH, aprender a aprender, aprender a ser, aprender a hacer; hoy en día, aprender a convivir y la libertad de lograrlo. Yo empecé a asimilarlo, corrí riesgos y seguí adelante en el camino del educador.
El Modelo Educativo del Colegio promueve el crecimiento de docentes y educandos en conocimientos y habilidades, los cuales hemos alcanzado mediante los cursos de actualización, hemos desarrollado ambos y esto nos ha ubicado en el sitio exacto para tomar conciencia del significado de aprender, de colaborar, de compartir y lograr seguridad personal y autoestima, valores que también desea el Colegio. En mi proceso de autorregulación, con los años, aprendí a tomar decisiones académicas, a luchar por mis convicciones y a ser democrática en un sistema escolar universitario.
Atreverme a proponer y a emitir mis ideas y trabajar en equipo ha sido el camino que la política del Colegio abrió en diferentes posibilidades académicas, el mismo proceso que esperamos alcanzar en la formación de los educandos. Cuando reflexiono sobre qué ha sido lo más importante del Modelo Educativo del Colegio que me ha enriquecido, es precisamente ese medio facilitador de aprendizaje docente, de crecimiento académico y de trabajo colegiado.
En este contexto, al hacer un balance de logros, encuentro que he sido promotora de eventos grupales cuyos inicios fueron originados por la experiencia en el aula y el deseo de compartirlo con los profesores de la disciplina, como la Bioexpo a finales de los años setenta y en la década de los ochenta, en la cual trabajamos en equipo con Teresa García Rodríguez, Enrique González Rivera y María del Carmen Paniagua Castro. Con los modelos, intentamos concretar el aprendizaje abstracto de la Biología con la representación de estructuras y funciones microscópicas llevadas a nuestras dimensiones. Así, el alumno aprendía conceptos, manipulaba materiales para darles formas preconcebidas y planeadas, que ilustraban cómo era el núcleo, la mitocondria o incluso la célula. Nos propusimos modelar átomos y moléculas, con la única intención de salir del nivel nanométrico para visualizar membranas o procesos como la fotosíntesis, resultado que sólo la microscopía electrónica y fotónica puede lograr. Esa experiencia tuvo gran impacto en mi vida escolar, porque hicimos un grupo de trabajo con intercomunicación de experiencias en el aula y proyectos personales, en una época donde los proyectos institucionales estaban en gestación. Logramos exposiciones con más de 1000 modelos tridimensionales. Prácticamente éramos un grupo colegiado con el firme interés de elaborar no sólo modelos, sino textos, actualizar programas y organizar eventos para mostrar aprendizajes alcanzados por los alumnos en sus proyectos de investigación y los resultados de nuestra práctica docente.
En ese devenir de los años, se organizó el Congreso de Método Científico y logramos dirigir a los alumnos en proyectos escolares de investigaciones en Biología, mediante trabajo experimental y de campo. Quisimos que aprendieran a hacer y a ser, cuando planeaban sus proyectos, los llevaban a cabo y los exponían en público, con los cuales logramos resultados con equidad, responsabilidad, compromiso y elevada autoestima.
En este mismo sentido, se originó BasurArte en los años 90, con el propósito de lograr conciencia en la población escolar de la producción excesiva de desechos sólidos y de cómo contribuir a su disminución. El evento fue exitoso con la participación de Efraín Cruz Marín y Pilar Candela Martín, y se sostuvo durante diez años en el Plantel Sur. La creatividad y el desarrollo de habilidades estuvieron presentes en la exposición de productos reciclables, para conseguir prolongar su uso y tomar conciencia del problema de la basura en la comunidad del CCH.
Considero que hubo una sincronía entre el trabajo que yo hacía con mis alumnos y el trabajo que realizaba para mi autoformación. Siempre creí que era provechoso cambiar, correr riesgos, probar experiencias; así, cuando proponía un trabajo por primera vez a mis alumnos, eso significaba también para mí una novedad docente, factible de compartirla con los profesores de mi área y de otras.
Siempre quise, y sigo queriendo, crecer en libertad y autonomía y que con mis alumnos sucediera lo mismo. En un ejemplo pude concretar lo anterior: propuse a los grupos representar un Congreso científico, basado en hechos reales, Retos de la Biodiversidad en México (1992), y distribuyendo las responsabilidades que comprendía organizar el Congreso, moderar las sesiones, representar el papel (incluyendo el vestuario de la época) de grandes economistas, ecólogos, botánicos, conservacionistas, tanto de México como del extranjero, darle publicidad y redactar el informe del propio Congreso.
Tanto mis alumnos como yo, corríamos el riesgo de un fracaso, riesgo que ellos y yo decidimos correr. La confianza depositada en ellos, la confianza depositada en mi trabajo, dio frutos óptimos: el grupo fue invitado a hacer una presentación de este Congreso en el Consejo Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).
Los alumnos tuvieron la libertad de elegir al ponente, otra responsabilidad que querían desempeñar, y autonomía para desarrollar su tarea. Como este ejemplo, fueron múltiples las ocasiones en que les confié un trabajo para el cual aseguraban que no tenían preparación y el resultado era excelente. Pintaron bosques, flores, aves, los que decían que nunca lo había hecho, y, como esta habilidad de la pintura, ellos mismos fueron descubriendo otras.
El modelo educativo pretende el logro de objetivos de aprendizaje, donde los alumnos piensen, razonen y argumenten mediante apropiados procesos pedagógicos en el aula. Consciente de ello, inicié un grupo de trabajo de biólogos con la Muestra de Trabajos de los Alumnos en el Aula con Efraín Cruz Marín y Pilar Candela Martín; después lo compartimos con profesores de la disciplina y más adelante con todas las disciplinas del Colegio. Su éxito continúa.
La idea cambió con el tiempo, así como su nombre y organización. En 2013, se cumplieron los 15 años del Simposio de Estrategias Didácticas en el Aula. Los organizadores, Carmen Christlieb Ibarrola (ahora jubilada), Ethel Ivonne Sánchez Ramírez, Alejandro Jorge Lavana Mundo y profesores de reciente incorporación, como Rosangela Zaragoza Pérez y Ana Leticia Cuevas Escudero, participamos con entusiasmo en su festejo. Esta aventura ha crecido y, como grupo colegiado, hemos trabajado en el marco institucional, participamos con experiencias en el aula o fuera de ella, aunque también hemos invitado, desde hace varios años, a profesores del Sistema Incorporado de la UNAM y a los de la Escuela Nacional Preparatoria, porque consideramos que compartir entre iguales las experiencias docentes nos hace críticos y también nos ayuda a madurar, al reconocer errores en el método de enseñanza o en la aplicación adecuada de teorías de aprendizaje y asumimos que los aprendizajes en el contexto del Colegio forman parte del proceso de formación de todo docente.
Este espacio académico se ha convertido en la posibilidad de compartir la experiencia docente, donde participo también como ponente y cuento los éxitos y los fracasos. He recibido críticas fuertes que me han abierto el camino de la innovación, pienso que, si reflexionas, reaccionas y entonces das respuesta con propuestas novedosas, mejores y dinámicas para la clase.
Los profesores que participan en el Simposio discuten, opinan y hacen sugerencias interesantes, las cuales hemos retomado para estructurar cursos-talleres con ponentes de las especialidades en Pedagogía, Filosofía, mientras que, quienes estamos frente al grupo, mostramos estrategias que suelen traducir las teorías del aprendizaje en actividades prácticas, de escritura, lectura e investigación en nuestra disciplina.
Los profesores participantes también solicitan cursos donde se profundice en el conocimiento de elementos pedagógicos que aportan bases para el mejor desarrollo y aplicación de las estrategias didácticas. Hemos realizado cinco cursos, en los cuales la transversalidad es nuestro propósito; por ello, invitamos a ponentes expertos, retomamos sus planteamientos teóricos y mostramos algunas ideas para ser aplicadas en el aula. Realmente es provechoso tanto para los profesores como para los alumnos.
Hace 15 años, hablar de estrategias de enseñanza-aprendizaje no era asunto común en el ámbito escolar. Con el tiempo, se ha considerado su aplicación en la mejora de la enseñanza planeada, con metas, objetivos y propósitos para lograr los aprendizajes significativos en el desarrollo de los alumnos; aprendizajes para la vida, es decir, aquellos que se usan en corto o mediano plazo y los convierte en parte de su propia experiencia. Ahora nos centramos en la enseñanza transversal, donde diferentes asignaturas apliquen estrategias con la supervisión o apoyo de otras disciplinas. Los resultados son interesantes, tal como se esperaba desde los inicios del Colegio.
Mi participación docente en el medio escolar es gratificante, en todo sentido. Me creí lo del Modelo Educativo, donde se espera que seamos creativos y propositivos. Toda mi formación se ha desarrollado en el sistema del Colegio y con ella he alcanzado metas de formación docente y profesional; en retrospectiva, esto no hubiera sido posible sin el marco institucional y sin el apoyo de los directivos que se han sucedido a lo largo de 40 años.
Además, me siento orgullosa de continuar en el Colegio, planeando mis clases, conviviendo con alumnos rodeados de tecnología cibernética y manejo hábil de software, páginas, blogs, webs, cuyos intereses y energía habrá que canalizar hacia la autogestión. Junto a ellos, sigo reconociendo sus habilidades, su crecimiento con responsabilidad, su autoaprendizaje y su capacidad en la toma de decisiones. Tal y como ha sido mi experiencia académica, profesional y personal en el CCH.Ì